He de reconocer que no soy un gran seguidor de la Fórmula Uno. Sin embargo he disfrutado mucho leyendo este fin de semana un reportaje de El País Semanal titulado: "Hamilton contra Hamilton". Se trata de una interesante semblanza del actual campeón de la F-1 que no deja de lado su Fe en su proyección pública. Asegura que es piloto porque así lo ha querido Dios, que su familia es lo más importante y que siempre ha sido creyente: “Siempre he sido religioso y soy católico. Cuando era muy pequeño, íbamos cada semana a la iglesia. Pero cuando empecé a competir no podía, porque tenía carreras. No sólo mi familia inmediata, también mis tías, mis primos, todos somos muy religiosos. Y siento mi fe como algo muy cercano, especialmente estos últimos dos años. Por eso hablo de ella tan libremente”. A sus 23 años, el actual líder del Gran Premio de Fórmula 1 tiene claros sus orígenes y también los peligros de la fama: “Hay que ser muy fuerte para soportar todo lo que comporta el acoso de los medios de comunicación y no permitir que ni eso, ni el dinero y la fama acaben cambiando tu vida. Lo más importante es mantener los valores y las creencias. Si no, todo eso resultaría insoportable. Creo que mi familia me educó bien y, por tanto, no veo ninguna razón para cambiar. Intento mantener las cosas de mi vida igual que siempre”. Asegura que su principal fuente de inspiración es su hermano Nicholas que nació con una parálisis cerebral que le dejó algunas secuelas físicas: "Es una de las mejores personas que conozco y creo que todos en la F-1 reconocen que es un personaje increíble. Es maravilloso. Muy maduro a sus 16 años. Y me enseña muchas cosas, aunque soy su hermano mayor y se supone que él debería aprender de mí”. Algo distinto y exótico que escucharán también los millones de seguidores que tiene este deporte en todo el mundo.
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