martes, 29 de agosto de 2006

Historias mínimas

En pocos días abandonaré el piso que durante casi dos años ha sido mi hogar en Benavente. Es lo que tiene esto de ser marinero errante por nuestra piel de toro. No acabas de atar cabos en ningún puerto y tu amarre nunca llega a ser realmente tu casa. Con todo, el equipaje es más llevadero y la sensación de libertad merece, de momento, la pena. O eso creo.
En uno de los armarios de esta última casa encontré, al poco de llegar, una nota misteriosa. Era un post-it amarillo. Estaba colocado en el espejo que hay en el reverso de la puerta, arriba, en el margen izquierdo. Decía lo siguiente: "Últimamente no hemos coincidido mucho. Espero que no estés molesto o enfadado conmigo. Un beso. 24-X-2004" La caligrafía era claramente femenina y estaba rubricada por un garabato ininteligible. Desde el primer día que lo vi supe que había encontrado una historia verdadera.
Un relato abreviado sobre los anteriores inquilinos cuya relación había quedado retratada en un post-it traicionero. Palabras íntimas de cariño, perdón, llamada, S.O.S, reconciliación... Aún así nunca me sentí cómodo. Con el hallazgo del dichoso papelito creía haber profanado algo muy frágil y personal. Por eso, y por respeto, decidí no quitarlo y hacer como si nunca lo hubiera visto. Ahí sigue.
A pesar de ello... cuántas veces a lo largo de estos años al coger un pantalón o una camisa he pensado en él y en ella. En su historia. Mis predecesores. ¿Qué habrá sido de ellos, cuál era su relación, seguirán juntos, se llamarán, se odiarán...? Interrogantes que dejo como legado a mi sustituto en el inmueble propiedad de las hermanas Elisa y María.
Yo, por de pronto, revisaré bien todo para no dejar notas que incomoden al siguiente.

martes, 15 de agosto de 2006

NUNCA ME ABANDONES

Bien asesorado por mi agente literario Ángel Arias he aprovechado estos tiempos de verano para deleitarme con la lectura de algún buen libro. Hace años, cuando padecía más a menudo de fiebres sentimentales, me entusiasmó la novela "Los restos del día" que en su adaptación cinematográfica interpretaron tan magistralmente Anthony Hopkins y Emma Thompson. Fue entonces cuando descubrí a al gran Kazuo Ishiguro, escritor británico de origen japonés.
Con "Nunca me abandones" he vuelto a sentir el escalofrío aterrador como el que me desgarró el alma al descubrir las predicciones futuristas de Aldous Huxley en "Un mundo feliz".
No creo exagerar lo más mínimo al afirmar que esta obra de Ishiguro es una de las novelas más hermosas e inquietantes que he leído en los últimos tiempos. Un libro bellísimo a la vez que perturbador, porque bajo la delicada y sutil superficie de su relato, bajo la amable apariencia de un estilo reposado, incluso lánguido, discurre una historia desasosegante y atroz, ante la cual ningún lector puede mostrarse indiferente.
Próximamente hablaremos de ella más en profundidad. Vayan comprándosela.

lunes, 14 de agosto de 2006

La fregona de Emilio

Hace unos días tuve la oportunidad de conocer a una gran persona. Aragonés, serio, grandote y cariñoso. Se llama Emilio Bellvis. Su abuelo fue el inventor de la olla express y su padre el de la fregona. Solamente por ello creo que todos sus herederos deberían ser mantenidos por el Estado, por los siglos de los siglos, hasta el fin de los tiempos.
Han colmado con creces su contribución al bien común y nunca se les reconocerá lo suficiente.
El problema es que a los jóvenes de hoy en día nos cuesta imaginarnos la vida sin tanta tecnología. Ni ordenadores, ni móviles, ni grifos, ni secadores, ni nada que se le parezca. Eran otros tiempos. ¡Que se lo pregunten a nuestras abuelas!
Me encanta la figura de los inventores: viejos románticos que lo dejan todo para llevar a cabo una idea que deberá soportar el boicot de una sociedad descreída y desencantada. Heraldos de los sueños y el ingenio en un mundo que quiere tocar todo lo que dice y gusta de prescindir de aquellas cosas que no se ven.
Querido Emilio hoy he cocinado un suculento arroz en la olla express de mi cocina y he pasado el invento de tu padre por los rincones más escondidos de mi cuarto de baño. Te doy las gracias.

sábado, 5 de agosto de 2006

NORFOLK: un rincón perdido.

No sé si a ustedes les ha ocurrido alguna vez. Se trata de la grata sorpresa que produce descubrir en una película o un libro un viejo secreto de la infancia. Ya me ocurrió con el "Show de Truman" y ese imaginarse que todo el mundo que a uno le rodea es una pantomima. Que todos los seres humanos que vas conociendo y que están a tu alrededor están interpretando un papel muy concreto en la ficticia película de tu vida. Estos días de verano me ha ocurrido lo mismo con la novela que estoy leyendo. Norfolk es un lugar perdido de Inglaterra a donde van a parar todas las cosas que se pierden en todo el país. Algo así como un gran almacén imaginario donde se concentran todos los objetos que la gente olvida en cualquier rincón del país. Si uno va allí al cabo de los años acaba encontrando ese juguete tan preciado o esa camisa tan querida que algún día desapareció. Esa idea tan imaginaria e infantil también la pensé yo hace años y hoy la he leído con cierta ternura en este libro:
"cuando perdíamos algo precioso, y buscábamos y buscábamos por todas partes y no lo encontrábamos, no debíamos perder por completo la esperanza. Nos quedaba aún una brizna de consuelo al pensar que un día, cuando fuéramos mayores y pudiéramos viajar libremente por todo el país, siempre podríamos ir a Norfolk y encontrar lo que habíamos perdido hacía tanto tiempo. Puede que suene a tontería, pero no se ha de olvidar que para nosotros, en esa etapa de nuestra vida, cualquier lugar más allá de Hailsham era como una tierra de fantasía".