En pocos días abandonaré el piso que durante casi dos años ha sido mi hogar en Benavente. Es lo que tiene esto de ser marinero errante por nuestra piel de toro. No acabas de atar cabos en ningún puerto y tu amarre nunca llega a ser realmente tu casa. Con todo, el equipaje es más llevadero y la sensación de libertad merece, de momento, la pena. O eso creo.
En uno de los armarios de esta última casa encontré, al poco de llegar, una nota misteriosa. Era un post-it amarillo. Estaba colocado en el espejo que hay en el reverso de la puerta, arriba, en el margen izquierdo. Decía lo siguiente: "Últimamente no hemos coincidido mucho. Espero que no estés molesto o enfadado conmigo. Un beso. 24-X-2004" La caligrafía era claramente femenina y estaba rubricada por un garabato ininteligible. Desde el primer día que lo vi supe que había encontrado una historia verdadera.
Un relato abreviado sobre los anteriores inquilinos cuya relación había quedado retratada en un post-it traicionero. Palabras íntimas de cariño, perdón, llamada, S.O.S, reconciliación... Aún así nunca me sentí cómodo. Con el hallazgo del dichoso papelito creía haber profanado algo muy frágil y personal. Por eso, y por respeto, decidí no quitarlo y hacer como si nunca lo hubiera visto. Ahí sigue.
A pesar de ello... cuántas veces a lo largo de estos años al coger un pantalón o una camisa he pensado en él y en ella. En su historia. Mis predecesores. ¿Qué habrá sido de ellos, cuál era su relación, seguirán juntos, se llamarán, se odiarán...? Interrogantes que dejo como legado a mi sustituto en el inmueble propiedad de las hermanas Elisa y María.
Yo, por de pronto, revisaré bien todo para no dejar notas que incomoden al siguiente.
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