Es lo que tiene la democratización de la Monarquía. Antiguamente toda familia de linaje y sangre azul llevaba en los genes la predisposición, y el entrenamiento propio, para aguantar con estoica firmeza los excesos del populacho llano y sus variados plumillas. Con la llegada de la gente del pueblo a los palacios reales, los familiares dicen que "tururú". Que ellos no tienen porqué aguantar el ser "familia de" con todos los inconvenientes que conlleva y casi ninguna de las ventajas. Como mucho ponerse pamela, vestiditos monos en las recepciones de Palacio y aparecer en los tarjetones con el usted bien grande. Y claro, los jueces tampoco son tontos. Según el auto, Ortiz tiene "proyección pública" y es inviable prohibir que se la fotografíe. Por lo que ahora, después de haber conseguido el efecto contrario al que se buscaba, toca pagar las costas y poner la mejor sonrisa para las fotos. Alguien dijo alguna vez que cuando se intenta democratizar algo tan obsoleto y antidemocrático como la institución monárquica lo único que se consigue es quitarle el poco sentido que podía tener. Los antimonárquicos y los monárquicos se frotan las manos con esta sentencia. Pero por distintos motivos, claro.
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