Todas las mañanas cuando voy al trabajo suelo pasar delante de un colegio para niños con síndrome Down. Se trata de una realidad que te pone en contacto con algo que va más allá de lo puramente material y lógico. Este lunes me he cabreado profundamente al leer un artículo del diario El País que me ha parecido inmoral, cínico y rastrero. "El aborto hace caer el síndrome de Down". Lejos de denunciar la cantidad de seres humanos aquejados de esta enfermedad que están siendo aniquilados con total impunidad todos los días en los quirófanos del servicio sanitario español, gracias a la macabra licencia del aborto, se dedica a constatar, con la equidistancia propia del periodista regresivo, una realidad que ha cambiado en España gracias a "la ciencia y el cambio de sensibilidad social". Las cifras son escalofriantes. El 80 por ciento de las parejas a las que les dicen que van a tener un hijo con síndrome Down deciden "interrumpir" el embarazo. En román paladino: el 80 por ciento de los niños con síndrome Down que van a nacer en España son asesinados sin que nadie lo impida. Así de triste y así de crudo. La filosofía que late en todo el reportaje es la de que, al final, se trata de una decisión de la "pareja". Los papás deciden si mereces vivir o no. Se atreve incluso a sugerir que el problema ahora es mayor porque este tipo de enfermos viven mucho más que hace unos años. Y claro, a quién se le ocurre asumir semejante irresponsabilidad. Lamentable. Todo ello barnizado con el tufillo sentimental sobre el que se están construyendo las grandes contradicciones de nuestros días: estar preparado psicológicamente, no obligar a nadie, derecho a ser padres... Por todo ello deduzco que el colegio por el que suelo pasar todas las mañanas podría estar vacío o dedicado a otros menesteres más importantes y necesarios si no hubiera sido por la irresponsabilidad de unos padres ignorantes. Tenemos ante nuestras narices algo muy parecido a lo que nos escandalizó de la ingeniería aniquiladora de los nazis: el exterminio de las razas inferiores. ¿Qué opinan de ello todos los famosos que se fotografían sonrientes y llenos de ternura con estos niños down en toda gala, calendario y programa de tv que se precie? La gran pregunta que no encuentra respuesta contundente y clara es ¿Tienen los síndrome down la misma dignidad y derechos fundamentales que nosotros?
4 comentarios:
Amigo Gaudencio, tengo un amigo sacerdote al que se le ha muerto "su hermana Aurorina" y como se que no le importa, te adjunto el escrito que nos hizo llegar a sus amigos.
Perdonad si es larga, pero tengo la impresión de que puede seguir haciendo bien.
Aurorina
Queridos amigos:
Deliberadamente he querido dejar pasar unos días antes de ponerme a contestaros a todos para expresaros mi agradecimiento y el de mis hermanas por el afectuoso acompañamiento con que habéis estado a nuestro lado en los dolorosos momentos del fallecimiento y sepultura de nuestra hermana “Aurorina” (siempre fué conocida con este nombre tan tierno).
Afectada desde su nacimiento por el síndrome Down, vino a este mundo el día 17 de octubre de 1954, por lo que en el próximo otoño hubiera cumplido 54 años de edad, lapso de vida muy largo para las personas de estas características, aunque ella había gozado de una salud excelente casi hasta el final de su camino
Aurorina fué un regalo de Dios para nuestra familia: nacida en unos tiempos en que la conciencia social no era tan receptiva y solidaria con estas personas, nuestros padres supieron inculcarnos desde el primer momento de su existencia un amor inagotable hacia esta criatura prodigiosa; fué la última de una comunidad de seis hermanos y vivió siempre rodeada del amor y cariño de sus padres y de sus hermanos.
Pero no solo de ellos: todas las personas que conocieron a Aurorina no tuvieron más remedio que amarla incondicionalmente porque permanentemente repartía a su alrededor (incluso sin saberlo ni proponérselo) amor y cariño a raudales: en ella se hacía carne vital aquella expresión, “conocerla es amarla”. Este tipo de personas son muy cariñosas y dotadas de un peculiar “don de gentes” para dejar a todo el mundo que los trata enredados en los lazos de su corazón.
Fué una persona de una inteligencia natural muy viva y despierta que la hacía vivir “en comunidad” con perfecta naturalidad, integrada en una familia que prácticamente vivió para ella y con ella y para su felicidad. Y en este sentido puedo decir que Aurorina fué feliz en el sentido más profundo del término porque amó mucho y fué muy amada y “plenitudo legis, dilectio”. Dió mucho cariño, no solo a su gente, sino a todo el mundo que tuvo la suerte de entrar en la órbita de su vida: todos nuestros amigos, eran antes amigos de Aurorina. Y también recibió muchísimo cariño. Era, además, una persona muy participativa, con vocación incluso de protagonismo en la relación familiar y social.
En el entorno familiar, el rasgo con el que siempre se definió a Aurorina fue con el de “ternura”: porque era lo que derrochaba a chorros a su alrededor y con el que medía todas las cosas. Tenía, además, una cualidad especial: despertaba en las personas que se acercaban a ella unas vetas de afectividad desconocidas en ellas y por ellas hasta el momento del encuentro con Aurorina
No era persona “rezadora”, porque lo de repetir siempre las mismas cantinelas le aburría mucho, pero era una persona profundamente creyente, lógicamente a su manera, que era una auténtica y magnífica manera: cuando en los últimos años, ya no iba a misa los domingos a las iglesias, porque le costaba un gran esfuerzo, seguía la misa por la TV y la decía entera, incluida las palabras de la consagración y del canon; cuando yo le decía, “Aurorina, eso lo dicen solo los sacerdotes”, contestaba: “Y entonces, ¿para qué estoy yo aquí?” Como se ve, era una precursora del sacerdocio femenino.
En estos días de la muerte de Aurorina se ha vuelto a recrudecer la controversia sobre el aborto: al hilo de estas controversias, pensaba yo que Aurorina era una de esas personas cuya vida, con los criterios campantes de los modernos salvadores, hubiera podido ser eliminada antes de nacer: Díos mío, qué atrocidad, eliminar una vida tan limpia, tan generosa, tan gratificante, tan plena…así por las buenas.
De todas formas, debo decir que era una persona con un gran dinamismo y con una personalidad muy definida, con criterios y gustos muy marcados, cuya autonomía aprendimos a respetar con amor y a cuidar.
En la dedicatoria de mi libro “De la Bioética al Bioderecho: libertad, vida y muerte”, recordaba a mis padres y hermanos y añadía: “y con singular cariño a María Aurora, cuya vida “especial” ha llenado de alegría muchas vidas”…. Se diría que se trataba de una premonición.
Deja un hueco desolador en nuestras vidas, y de hecho, mis hermanas María Angeles y Florinda Pilar y yo estamos literalmente destrozados: sin embargo, “nos consuela la promesa de la futura inmortalidad, porque la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma…” En estos momentos se comprueba como el dolor de la ausencia es una forma privilegiada de presencia…aunque misteriosa.
Dios nos la dió, y no se puede decir que nos la quitara, sino que se la llevó más cerca de Él: bendito sea el nombre del Señor. En nuestra propia existencia hemos comprobado aquella vieja verdad de raigambre hondamente cristiana: “Dios escribe derecho con renglones (aparentemente) torcidos”.
Muchísimas gracias, hermanos, por vuestra cercanía, amistad y oración.
Unidos siempre en el Señor, un fraternal abrazo de Luis.
La verdad es que no he leído los comentarios anteriores, por lo extensos. Yo quiero ser breve. Que haya menos niños síndrome de Down es una buena noticia. Otro asunto es si no existen porque los matan, por el egoísmo que supone "elegir" y no "aceptar" la voluntad de Dios. Para mí siempre ha sido un misterio el caso de los niños síndrome de Down. Quizá forme parte del misterio de Dios con los hombres.
Yo también me indigné ayer -no suelo hacerlo; entre otras cosas, porque es inútil-. Cinismo e hipocresía... difíciles de creer. Lejos de desconcertarme, este tipo de artículos me confirman en mis convicciones.
Me parece que anónimo "corta por lo sano" y le parece bien que no haya Down, separando esta noticia de la manera en que "ha descendido" la prevalencia de estas personas. ¡Los matan!
¿Aplicaremos las mismas reglas para los viejos demenciados? ¿para los minusválidos que necesitan ayuda para poder moverse? ¿para los lesionados medulares? ¿para todos los recién nacidos con posibilidad de desarrollar enfermedades metabólicas detectadas por análisis genético? Estoy convencida de que esta matanza, como la de Acción4, sonrojará a la sociedad cuando se percate de tantos millones de seres humanos muertos por no se sabe cuantas disculpas consumistas, hedonistas y utilitaristaas.
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