Uno de los peligros a los que estamos sometidos los que, todos los días, consumimos y leemos mucha información en la red es la de acabar volviéndonos insensibles ante las caras de la realidad más espeluznantes. Como la lluvia fina relativista va calando, poco a poco, en la forma de escribir y contar de los periodistas, los consumidores corremos el peligro de acostumbrarnos a las barbaridades que se perpetran en nombre de la equanimidad y el periodismo serio y, aparentemente, de calidad. Me sorprendo leyendo, como si nada, una, aparente, aséptica crónica de El País sobre las causas del brutal terremoto en China. La crónica se titula: "China permite a las víctimas del seísmo tener más hijos". De esta forma se nos cuenta que el gobierno comunista va a permitir a los padres que han perdido algún hijo en el desastre natural obtener un certificado para poder engendrar otro hijo más. Premio de consolación. La reciente tragedia tiene consecuencias en otra terrible tragedia que nadie en occidente se atreve a denunciar y que está pasando en uno de los países más influyentes y poderosos del planeta. La política del hijo único impuesta por sus gobernantes a toda familia. Es decir, es papá-estado el que te dice a ti cuántos hijos tienes que tener. Y así, ahora que has perdido uno sepultado bajo los escombros, te permito tener otro o reconocer al que mantenías de forma ilegal. Muy fuerte. Y el periodista lo cuenta con el mismo tono que emplearía si estuviera informando sobre las ayudas que han dado para rehabilitar las peculiares fachadas chinas. Espero que todos esos que se están sumado al boicot a la llama olímpica para denunciar la represión del Tibet y sus monjes budistas en nombre de la libertad se suban al carro de denunciar también todas las barbaridades que se están cometiendo contra los derechos humanos todos los días en la china comunista.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo.
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