Reducir nuestra capacidad de conocimiento a lo que podemos probar sólo con la experiencia o la razón es realmente deshumanizador. Nos hace caminar por una vida mucho más aburrida, menos apasionada y, sobre todo, en la que juega muy poco nuestra capacidad de ejercitar la libertad, de ser auténticos protagonistas, actores dramáticos y de poder transformar el mundo con nuestras buenas obras. En la mundanidad encerrada en sí misma no se puede captar la verdad sobre el mundo más apetecible y atractivo que nos espera en el otro lado de la vida. Todo es efímero, maleable, manipulable y caduco. Es un recinto cerrado. No hay vida, no hay esperanza. No nos permite abrir puertas y ventanas. Es cierto que nadie podría probar científicamente la verdad que hay escrita en la amistad o el amor y sin embargo todos sabemos que son fuerzas motoras que dan al ser humano toda su acción, sentido y felicidad. Negar la verdad de estas realidades es como encerrarse en una mazmorra. Y eso termina por sofocar y asfixiar a cualquiera. Reflexiones que me vienen a la cabeza después de leer a Chesterton y que me ayudan a entender este pesimismo vital en el que estamos instalados permanentemente y que tantas otras nos contagia. Necesitamos más imaginación, alma de poeta y visión épica y trascendente de la vida:"La imaginación no produce locura. Lo que produce locura es, exactamente, la razón. Los poetas no se vuelven locos; los jugadores de ajedrez, sí. Los matemáticos y los empleados de caja también se vuelven locos; pero los artistas creadores, rara vez. Y no es que yo ataque la lógica en ningún sentido; lo único que quiero decir es que la lógica conlleva ese peligro, pero no la imaginación. Aceptar cualquier cosa es un ejercicio; entenderlo todo es un esfuerzo. El poeta sólo desea exaltación y expansión, un mundo para explayarse. El poeta sólo pretende llegar con su cabeza hasta el cielo. En cambio, el lógico pretende meter el cielo en su cabeza. Y lo que ocurre es que la cabeza... le estalla".
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