viernes, 5 de junio de 2009

UN GRUPITO DE CÉLULAS SIN CARA NI OJOS

Leo en La Contra de La Vanguardia una entrevista con Esther González, madre de una hija con leucemia, a la que ha "curado" engendrando a otra hermana genéticamente compatible para utilizar las células de su cordón umbilical. Ha sido una de las primeras mujeres en España que ha echado mano de la perniciosa técnica del "bebé medicamento". Después de esta experiencia ha decidido escribir un libro que se llama "Cuando la vida cura" y que ha publicado la Editorial Plataforma. Es evidente que desde que detecta la enfermedad de su primera hija hasta que consigue que nazca la segunda para sanarla, ha pasado por un largo y doloroso calvario lleno de permisos, papeleos, autorizaciones, prejuicios y demás obstáculos. De sus declaraciones se desprende que uno de sus principales enemigos en este periplo, curiosamente, ha sido Dios y la Iglesia Católica. Lo repite varias veces: "Yo le he pasado la mano por la cara a Dios, ¡yo le he ganado esta mano a Dios! Porque los médicos y políticos católicos de este país querían ver morir a mi hija Erine. Los médicos no me lo explicaron quizás porque eran católicos. ¡Pero puedes ser católico y persona! Algunos curas me llaman "egoísta" por "usar a Izel sin pedirle permiso". Pero yo le diré a ella: "Si un día tienes una hija así de enferma, ¿qué harás?". Y sé que entenderá". Yo no creo en la culpabilidad de Dios ni de su iglesia en toda esta historia. En otro momento de la entrevista explica cómo fue el proceso que siguió: "Me hormonaron para ovular, me extrajeron 39 óvulos, los fecundaron con el esperma de mi pareja, nueve de ellos resultaron ser 100% compatibles con Erine y me implantaron dos. Uno se me murió..., y tras nueve meses de embarazo ¡nació Izel! Los no desarrollados los doné a la ciencia, y otros cuatro fecundados han quedado allí congelados, y podría implantármelos". O lo que es lo mismo 39 embriones utilizados en la operación de los que sólo se implantaron dos (37 sobrantes). Para Esther esos embriones son "un grupito de células sin cara ni ojos en una probeta". Ahí radica la diferencia de planteamiento entre ella y la concepción del hombre que propugna la Iglesia Católica. Para los católicos los embriones ya son vidas humanas que no se pueden manipular, trocear, seleccionar, desechar o repartir. Son seres humanos con la misma dignidad que cualquiera de nosotros y no deben ser utilizados con ningún fin por muy bueno que éste sea. Tampoco el de curar a otras vidas aunque éstas sean defectuosas o estén a punto de morír. Tan crudo y real como la vida misma. No todo está permitido para salvar una vida. No hay que olvidar que todos fuimos células en un primer comienzo y de haber pasado por esta experiencia podríamos estar ahora congelados, desechados o muertos. Como padre haré cualquier cosa que esté en mis manos por salvar la vida de mi hijo. Lo he dicho en varias ocasiones en este blog. Cualquier cosa menos utilizar o destruír otras vidas para curarlo. O ¿sería capaz Esther de descuartizar ahora a su hija mayor para salvar a la pequeña? Estoy convencido de que no. La diferencia está en la concepción que uno tenga de lo que es "ese grupito de células sin cara ni ojos". Como no pueden hablar, desgraciadamante, sólo la Iglesia Católica se atreve a defenderlas. Son la primera expresión de la vida humana. Aunque no se vean, insisto, tienen igual dignidad que un anciano de ochenta años. Aunque esto tampoco le entre en la cabeza a nuestra ministra de igualdad.

7 comentarios:

Marisol C. dijo...

Amigo Gaudencio, no hay nada que añadir a tu magnífica reflexión sobre la entrevista con Esther González; un proceso de "produccción" de vida que se carga el proyecto de vivir de 37 seres humanos en su ciclo vital más débil e indefenso, en su fase embrionaria. Mi apoyo a cada una de tus afirmaciones incondicional.
Ayer mismo, el autor del libro "Bioética y ley en reproducción humana asisitida. Manual de casos clínicos" me mandaba un mensaje para que leyese el comentario del mismo en la contraportada del ABC del martes 2 de junio. El titular era impresionante "Que desconsuelo el de la madre que pide ser inseminada del hijo muerto". Es necesario leer el titular dos veces porque no se sabe hasta dónde podemos llegar en el desafío.
Mi respuesta fue: Mi querido Fernando, es impresionante la información que se da, sólo se me ocurre afirmar que Dios, además de infinita misericordia, tiene una paciencia inmensurable con el hombre, que vuelve a caer una y otra vez en la misma tentación: "seréis como dioses". Como decía Juan Pablo II, el hombre, cuando prescinde de Dios se convierte en el "lobo del hombre". Yo creo que todo esto es una destrucción masiva de nuestra dignidad. Que el Señor te inspire y te ayude a ser fiel a la verdad sobre el hombre en todas tus tares como profesor, como letrado, como orientador etc. Que tus hijos te tengan como el mejor referente para vivir como "seres humanos, como personas" con plenitud y felizmente. Ayúdales, ayúdanos a forjar un futuro esperanzador.
Yo creo que a la parte interesada de la ciencia le sobra locura y le falta honestidad para decir la verdad a personas como Esther González. Si le contasen que, para vivir uno hay que matar a 37, tratarían de ser felices amando a su hijos enfermos.
Lo digo desde la experiencia de que el linfoma que padezco desde hace 12 años, ha sido la vivencia que desde la debilidad, felizmente más me ha acercado a Dios como Padre de Amor, de Bondad y de Misericordia. Y esa experiencia se la agradezco a Dios como Gracia.

Unknown dijo...

Si no lo comprendes, lo siento por ti... Pero no le digas a la otra gente que es lo que tiene que hacer. No nos quieras imponer tu vision (dicho de paso, errónea)de la vida.

Unknown dijo...

(vaya, se tiene que aprobar el comentario para que sea publicado... por lo menos lo va a leer el/la autor/a del blog)

Anónimo dijo...

Cuando se comprende que una madre, para salvar la vida de un hijo, ha sacrificado, asesinado, a otros 37 hijos suyos, vivos, es precisamente cuando se debe decirlo con claridad. La ciencia y los científicos, de manera abrumadora lo certifican. Eso es lo que deberían haber expresado a una madre que desespera ante la enfermedad irreversible de su hijo, que por su condición humana, está abocado a la muerte, sin que se pueda estimar cuando llegará. Semejante genocidio solo ha servido para postergar, de forma imprecisa, la muerte de ese hijo.

Por mucho que el hombre se empeñe, jamás conseguirá escapar de su muerte. Seguramente conseguiría desarrollar el mayor ejercicio de estupidez.

Negar la evidencia, dejarse envolver por el sentimentalismo torpe, por el sensacionalismo pobre, solo favorece la destrucción artificial de la vida, la esencia del ser humano, despojándole de toda dignidad. Así de crudo, como la vida misma.

Zurbaránen.

Anónimo dijo...

Gaudencio, mis felicitaciones. Un placer pasar la noche americana de viernes leyéndote. Los millones de personas que abrá ahora en Ed mundo configurados por un puñado de células, cuando sean un puñado más, te leerán, y brindarán con una Shandy por tí.

Ricardo dijo...

Olé, Gaudencio. Suscribo todo lo que dices. Precisamente estaba escribiendo una entrada sobre esa entrevista en mi blog y, buscando la entrevista en La Vanguardia, he dado con el tuyo. Muy bien por hablar tan claro. Por cierto, ¿qué debo hacer para que mi blog aparezca entre los que comentan ese artículo... Gracias. Keep in contact!

Anónimo dijo...

Es verdad, Edmond Shandy; yo también pienso que no nos tienen que imponer nada. ¡Ya basta con la Iglesia y sus prejuicios!. Desde pequeño crecí con la ilusión de vivir en mi patria vasca con los míos y dedicaré todas mis fuerzas a conseguirlo junto a ETA. Si no lo comprendes, lo siento por ti... Pero no le digas a la otra gente que es lo que tiene que hacer. No nos quieras imponer tu vision (dicho de paso, errónea)de la vida.