¿Por qué los que se supone que defienden la dignidad humana y el verdadero progreso del hombre aparecen ante los ojos de la opinión pública como retrógrados, enemigos de la ciencia, desalmados e insolidarios? ¿Por qué los que, en nombre de la supuesta solidaridad, el amor y el futuro, rebasan todos los límites de la moralidad y de la ética gozan de un importante reconocimiento social y mediático? Desde luego, se trata de dos buenas preguntas a las que alguien debería responder en honor a la verdad. Resulta que en un laboratorio se han fabricado artificialmente (al margen del amor, la donación y la gratuidad que a todos nos explica) varios embriones (seres humanos vivos), se han desechado los que no sirven (utilitarismo) y se han tirado a la basura (eliminación). Los supervivientes a esta brutal criba se han modificado genéticamente (manipulación) y uno de ellos (selección poco o nada natural) puede que consiga salir adelante para una cuestión que, más allá de las ruedas de prensa, promesas mediáticas y portadas varias, está por ver si será realmente efectiva y si no tendrá consecuencias futuras para la salud. Los que nos oponemos a estas técnicas, comprendiendo enormemente la angustia de cualquier padre ante la enfermedad de su hijo, somos tachados de cavernarios frente a los que con sus actos y opiniones legitiman que el fin justifica los medios. Así, curar a un hijo se convierte en un absoluto para cuya consecución se puede hacer todo lo necesario. Aunque este "todo" conlleve también llevarse por delante otras vidas humanas. El problema probablemente esté en que las células son tan pequeñas e invisibles que nadie las toma realmente en serio. Pero no hay que olvidar que, en el principio de nuestra biografía, todos fuimos alguna vez células embrionarias. Es exactamente el mismo problema que en el aborto: esta sociedad sólo toma en serio aquello que se puede ver, tocar y probar. Todavía resuena el escalofrío que recorrió el alma de una madre embarazada que pedía a su médico que le practicara un aborto porque tenía seis hijos y consideraba que ya no podía alimentar y educar a todos. El astuto facultativo le espetó que, desde ese punto de vista, era mejor que matara al mayor ya que era el que más recursos consumía y más molestaba. Al final la mirada moderna sólo vela por aquello que no se puede obviar tan fácilmente. Las células, ya puestos, casi nadie las toma en consideración y, si usted se descuida, pueden servir hasta para hacer un bebé medicamento.
2 comentarios:
Desgraciadamente, en nuestra sociedad utilitarista se defiende con ahínco que el fin justifica los medios, aunque estos medios conlleven sacrificar seres humanos.
Nadie les está diciendo a los firmes en su fe cómo es que tienen que vivir...pero vuestra fe no es la única que existe en la sociedad; ergo, dejen a los demás vivir conforme a sus creencias en la medida que respeten el contrato social que es válido para todos.
Es un tema aún debatible el de la clonación con fines de obtener órganos que permitan salvar vidas...y cierto es que está el fantasma de que alguien malaproveche esos descubrimientos. Pero, ¿por qué suponer mal de entrada? ¿Acaso no defienden "el verdadero progreso del hombre"?
Saludos afectuosos, de corazón.
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