Los cuatro minutos que ustedes van a invertir en leer este post es el tiempo necesario en España para que se rompa un nuevo matrimonio. Así de crudo. Así de triste. Son datos de un informe elaborado por el Instituto de Política Familiar con motivo del 77 aniversario de la primera ley del divorcio en nuestro país, aprobada en la Segunda República. A día de hoy el divorcio supone ya el 93 por ciento de las rupturas de parejas en España, por delante de las separaciones y de las nulidades. La cifra de los que deciden divorciarse casi se ha triplicado en los últimos tres años, desde que el Parlamento aprobó el llamado "divorcio exprés" (¡gran negocio! tecleen en google la palabrita y verán la cantidad de servicios profesionales que genera y se ofertan en la red). Piensen por un momento el número de dramas personales y de frustración que hay detrás de estas escalofriantes cifras y las consecuencias que ello va a tener. Si se dan facilidades para romper el matrimonio, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, se está debilitando claramente la familia, célula básica de la sociedad. Ingeniería social política al servicio de una ideología que sólo va a generar más infelicidad. Un primer paso fue la confusión en torno a la esencia del matrimonio con la introducción de la figura del "matrimonio homosexual". Después se ha debilitado con el express dando todo tipo de facilidades para dinamitarlo sin problemas. Se trata de una mala noticia para estos tiempos de profunda crisis económica. La de los años ochenta la superamos en España gracias a la familia. Hoy hay más crisis que la de entonces y menos familia que nos pueda ayudar a superarla.
Cuando el hombre pierde el miedo a equivocarse es LIBRE. Eso es la REDENCIÓN. El PERDÓN. Cuando el hombre es consciente de que hay perdón rompe el último baluarte de los enemigos de la LIBERTAD, que es meter miedo. Se pierde el miedo incluso a la propia equivocación, se es más libre y entonces saca lo mejor de si mismo.
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5 comentarios:
El divorcio es, a estas alturas, una auténtica plaga, incluso entre católicos. Los pocos que seguimos creyendo en la indisolubilidad del matrimonio vamos claramente contra corriente. Y es que es más fácil defender lo contrario. Te hablan de situaciones dramáticas, y muy ciertas, y parece que no puedes decir nada contra ello.
Sin embargo, los católicos no debemos olvidar que es Cristo quien dice que Moisés permitió el divorcio por la dureza del corazón humano, pero que lo que se nos pide es más. Y así lo expresaba el Papa Juan Pablo II: “Desgraciadamente, la dureza del corazón, que Jesús denunció, sigue haciendo difícil la percepción universal de esta verdad, o determinando ciertos casos en que parece casi imposible vivirla. Pero cuando se razona con serenidad y mirando al ideal, no es difícil estar de acuerdo en que la perennidad del vínculo matrimonial brota de la esencia misma del amor y de la familia. Sólo se ama de verdad y a fondo cuando se ama para siempre, en la alegría y en el dolor, en la prosperidad y en la adversidad. ¿No tienen los hijos gran necesidad de la unión indisoluble de sus padres? y ¿no son ellos mismos, muchas veces, las primeras víctimas del drama del divorcio?”
Sabias palabras al final del post, pues hay muchas personas solas, sin lazos familiares fuertes, que los anclen a la realidad, por dura que esta sea. Y ahora lo pasan peor.
Es cierto que, a veces, las cosas son imposibles de mantenerse, pero la mayor parte de la veces, es el poco trabajo que se le echa.La gente cada vez se hace "más liberal" y no quiere tener responsabilidades. Antes se aguantaba más, se soportaban situaciones difíciles de verdad, como la pobreza, las enfermedades. Ahora, a la primera de cambio,ya se divorcián.Y sí, es un gran negocio.
Además de tener una connotación política evidente:no se divorcian los cristianos de corazón. Por eso, cuanto más se divorcien,mejor para los detractores de la Iglesia.
Yo soy de la opinión que, excepto en contadas ocasiones, los que se divorcian, es que nunca debieron casarse.Saludos
"Yo quisiera quererte como te ama Dios; con la misma ternura, con la misma fuerza, con la misma fidelidad que yo *no* tengo.
Yo quisiera quererte como te ama Dios; con la misma pasión, con la misma fe, con la misma libertad que yo *no* tengo.
Yo te quiero bien y doy gracias a Dios, que me da la ternura, que me da la fuerza, que me da la libertad que yo *no* tengo"...
Sobre una ilustración de Santa Ana, La Virgen, el Niño y San Juan de Leonardo de Vince, unos amigos míos pusieron como recordatorio de la celebración de su matrimonio este párrafo de la "Balada del amor verdadero" de Claudio Chieffo. Me gustó, y leí el comentario que Chieffo hace de esta balada: "Si un hombre ama a una mujer, el momento culminante de su afecto es cuando, al mirarla mientras trabaja , piensa en su destino. Sin esto la relación que existe es puramente instrumental, como la que pueda darse con una pluma, un perro o un gato. Por el contrario, lo que hace abrazar al otro de forma totalmente incondecible es la distancia. Porque el abrazo más profundo es el que no toca; si quieres, toca con la mirada, que es el espejo del alma"
Gaudencio, no es nada mío, pero es bueno y la reflexión vale para pedir a Dios la ternura, la fuerza, la fidelidad, el amor que eviten nuevas rupturas matrimoniales.
Respondiendo con gratitud a un providencial encuentro, que nos ha dado muchas alegrías, me he comprometido a dar un paso adelante en este medio, que también nos agradeciendo la oportunidad a creador.
Cuando por tu trabajo vives rodeado de rupturas matrimoniales ajenas, percibes en cuantos casos no haber vivido el matrimonio como un regalo de Dios, empuja a solventar las situaciones de crisis, amarrando las leyes humanas como tabla de salvación. Para cuántos casos, auténticos dramas personales, el divorcio es una auténtica liberación, pero también para cuantas situaciones de crisis, la ausencia de Dios, o bien por que nunca estuvo o bien por que lo sacamos de nuestra vida, nos deja sin comprender el valor del esfuerzo por construir día a día el tesoro de la vida en pareja y en familia, sobre todo nos ayuda a superar con generosidad las propias limitaciones personales y aceptar las propias evoluciones de la vida compartida en pareja que son fuente de numerosas crisis por inadaptación. El matrimonio, como la vocación y la fe, son un regalo y hay que vivirlo ANTE DIOS, pidiéndole constantemente la fuerza, la ternura, la fidelidad y el amor que muchas veces no sabemos dar. Los que lo apreciamos no podremos evitar los divorcios, pero si podemos hacer que Dios esté presente en la vida de los matrimonios.
¿Y qué sentido tiene, estimado Gaudencio, mantener a una familia pegada a la fuerza? Porque los abandonos de hogares se producen con o sin Ley de Divorcio.
Ahora bien, puedo concordar contigo en que muchos se van por la solución más extrema ante problemas menores...pero en casos, por ejemplo, de violencia intrafamiliar, no hay que esperar mucho para aplicar un proceso de separación definitivo.
La familia es un núcleo básico de la sociedad, cierto...pero tiene que ser un núcleo donde sus componentes funcionen en pos del mismo y no de modo forzado, insisto.
Tocaste la fibra del matrimonio homosexual...puede concederse claramente que, si es una institución religiosa, se le remarque el carácter de civil; pero lo que para los católicos puede ser contra natura, para personas no confesionales es tolerable.
Y si buscas culpables de la crisis, apunta a los especuladores financieros que se dicen muy creyentes y que hacen contribuciones generosas a su Diócesis...pero olvidaron de comportarse con sus subordinados de acuerdo a la doctrina enseñada.
Saludos afectuosos, de corazón.
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