sábado, 20 de junio de 2009

HILDA MOLINA

Hilda Molina es una de esas mujeres que todavía permiten soñar al pueblo cubano. Tiene 66 años y se trata de una de las más prestigiosas doctoras de la Isla que, después de haber mantenido una estrecha vinculación con el régimen castrista y de ser una muy destacada militante de la revolución, se ha convertido en una de sus principales detractoras y firme defensora de los derechos humanos de los cubanos. Leo en su blog que acaba de conseguir que por fin le dejen viajar a Argentina para ver a su madre, su único hijo y sus nietos tras 15 años de separación. Buscando en la red documentación sobre ella me ha llamado la atención esta entrevista en la que habla abiertamente de su fe católica. Detrás de un apasionante periplo político, late el corazón de una mujer que volvió a su fe y lo relata de una manera todavía más emocionante. Buena parte de la "culpa" de su conversión la tiene su madre, a la que considera su ángel, otra más de tantas Santa Mónicas que está dando Dios a este siglo XX: "Fue por mi madre. Ella fue de las primeras personas que oyó en Cuba la Radio Católica Mundial (EWTN), que sólo se captaba por onda corta. Mi madre me decía mirá qué interesante, qué bonito, y poquito a poquito fuí oyendo todas las cosas nuevas después del Vaticano II, con todos los cambios que se produjeron inclusive en la liturgia. Ella me iba informando, me iba hablando de la Iglesia, lo que iba pasando en los momentos difíciles en Cuba. Hasta que un día me dice: “vamos a la iglesia, quiero que veas qué lindas están las iglesias cubanas”. Y así comencé, mucho antes de renunciar (a sus cargos y al PC) a asistir a algunas misas. Hasta que por fin dí el paso de confesarme. Entonces yo sentí como que de nuevo mi vida cambiaba". Impresiona la descripción que hace de su juventud atea después de haber sido educada en el catolicismo y arrastrar un fuerte sentimiento de vacío: "Bueno, mi madre sufrió, pero el vacío que siente un ser humano que ha conocido a Dios y se aleja de El por cualquier razón, es un vacío tan negro, que uno no encuentra qué es lo que le pasa. Y siente que nunca llega a tener la paz que todo ser humano necesita. Y es sencillamente que -para quien ha conocido a Dios, e inclusive creo que hasta para el que nunca lo ha conocido- la falta de Dios es una experiencia que no puedo describir con palabras. Es como vivir en una noche oscura, aunque uno tenga una labor tan humanitaria como era la mía en medicina". Termina con un mensaje de esperanza para el pueblo cubano y constata la impresionante labor que está realizando en Cuba la Iglesia Católica que nunca abandonó al pueblo cubano. Gracias Hilda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Historia de Hilda Molina que, por cierto, tiene ciertos vínculos con Chile...pero no mayores a los lazos de sangre que están en Argentina, país donde por fin ha podido llegar.

Hay que reconocer la notable labor que hace la Iglesia Católica en Cuba...dentro de todo, es un muro fuerte de contención y lo ha sido en los momentos más álgidos del castrismo. Saludos afectuosos, de corazón.