Les prometo que no había escuchado nunca esta palabra hasta hoy. La he descubierto en boca de Stefan Vanistendael, sociólogo y jefe de investigación de la Oficina Internacional Católica de la Infancia (BICE) en Ginebra al que entrevistan este martes en La Vanguardia. El titular ya me ha parecido interesante: "Queremos ser admirados más que amados, qué error". Es consultor de la ONU y experto mundial en resiliencia que viene a ser algo así como la capacidad de hacer frente a las adversidades y superarlas saliendo de ellas incluso transformado y renovado. Un concepto psicológico eficaz para superar, por ejemplo, traumas infantiles y las condenas que nacen en la infancia. Afirma que humor, belleza y amor son las tres gracias que tiene la vida: "El juego está muy cerca del humor, es otra manera de colocarse en la vida. Con humor podemos librarnos de la obsesión de controlarlo todo. La integración de lo que no es perfecto en la vida me parece fundamental en la espiritualidad, que consiste en vivir la vida como es, con imperfecciones. Vanistendael asegura que la crítica con humor es necesaria y que la espiritualidad cristiana es una buena guía ética: "Bonhoeffer, gran teólogo alemán asesinado por los nazis, decía que cuando en la vida has perdido los referentes, la buena conciencia no sirve; sin embargo, la mala conciencia por lo menos te mantiene despierto. Necesitamos una trascendencia en la vida, y no estoy pensando en Dios, sino en responder a la pregunta ¿qué me hace feliz?".
2 comentarios:
Yo de mayor, para mantenerme despierta, meteré a mis padres en una resilencia.
es que no puedo, Jualbas, me meo
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