Hablábamos hace unos días del importante paso al frente del presidente uruguayo Tabaré Sánchez, médico y hombre de izquierdas, que ha vetado sin complejos ni titubeos la ley del aborto aprobada por el parlamento de su país. Decíamos que nos recordaba a aquel gesto épico y valiente del rey Balduino de Bélgica que abdicó por unos días en los años noventa para no firmar la aprobación de una iniciativa legislativa sanitaria con similar tufillo proabortista. Parece que está cundiendo el ejemplo entre los personajes públicos del momento y podríamos estar asistiendo al despertar en la esfera pública mundial de hombres y mujeres coherentes y consuentes con su forma de entender la existencia trascendente, sin complejos ni respetos humanos, que apuestan abiertamente por la cultura de la vida frente a la tristeza de la muerte. Ahora es el Gran Duque de Luxemburgo, Enrique I, quien se ha negado a ratificar la legalización de la eutanasia en su país argumentando valores morales y de conciencia. De esta forma la norma no puede entrar en vigor. Es la primera vez que pasa en la historia del Ducado y por ello el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker (democristiano), ha anunciado que el país va a modificar su Constitución y reducir las prerrogativas del gran duque. Pero la noticia importante no es ésta. El monarca, felizmente casado y con cinco hijos, jefe del estado de un país de mayoría católica, conoce bien las nefastas consecuencias de la despenalización de la eutanasia por lo que ha visto y oído en países vecinos como Bélgica y Holanda. Seguro que al dar este paso el duque se ha acordado de las vibrantes palabras que les dirigió, a él y a su esposa, en el 2003 en audiencia el papa Juan Pablo II el Grande cuando les hablaba de cómo debería ser la Europa en la que iban a reinar: "Debe promover un modelo de sociedad que rinda honor a la dignidad fundamental de todo ser humano y de sus derechos, y que privilegie entre las personas y los pueblos las relaciones basadas en la justicia, el respeto mutuo y la paz". Esperemos que aprenda de ello su primo el monarca español Juan Carlos que en estas cuestiones anda un poco despistado. Tiene una buena oportunidad con la ley de plazos del aborto que se está gestando en el congreso después de conocer hoy que los abortos en nuestro país se han duplicado en una década. Este pasado 2007 más de cien mil. A este paso el gran negocio de futuro para salir de la crisis económica en España va a ser montar una clínica abortista. Mientras tanto, en Luxemburgo, Enrique hace justicia a su título nobiliario. Es, y desde hoy también para la historia de las grandes hazañas, el Gran Duque.
Cuando el hombre pierde el miedo a equivocarse es LIBRE. Eso es la REDENCIÓN. El PERDÓN. Cuando el hombre es consciente de que hay perdón rompe el último baluarte de los enemigos de la LIBERTAD, que es meter miedo. Se pierde el miedo incluso a la propia equivocación, se es más libre y entonces saca lo mejor de si mismo.
martes, 2 de diciembre de 2008
EL GRAN DUQUE DE LUXEMBURGO
Etiquetas:
Aborto,
Bélgica,
Cultura de la Vida,
Dignidad,
El gran duque,
Enrique de Luxemburgo,
Eutanasia,
Holanda,
Juan Carlos I,
Juan Pablo II,
Ley,
Ley de plazos,
Luxemburgo,
Tabaré Sánchez
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Sabemos q ha nevado en Ávila, pero hasta cuando tenemos q esperar al próximo artículo?
Publicar un comentario