viernes, 18 de abril de 2008

LA HUMILDAD DE LOS GRANDES

El escenario no podía ser más apropiado. El majestuoso estadio de béisbol del "Nationals Park" de Washington. Allí 45.000 personas asisten a la primera Misa multitudinaria de Benedicto XVI en EEUU. Después de la comunión el tenor español Plácido Domingo interpreta el Panis Angelicus de Cesar Frank. El silencio y el recogimiento de la acción de gracias se eleva con emoción hacia el cielo gracias a la finura y el gusto de una de las mejores voces del mundo. Al terminar, el propio Papa se levanta y se acerca hasta él para saludarlo personalmente. Impresiona ver al director general de la Ópera Nacional de Washington, con sus casi dos metros de estatura, arrodillarse delante del Sumo Pontífice y besarle el anillo con ceremoniosa y reverencial gratitud. El hombre al que aplauden por todo el mundo, el divo de la ópera contemporánea, uno de los tenores más grandes de todos los tiempos, reconoce emocionado que tiene ante sí al sucesor de San Pedro. El Papa hace lo propio acercándose a él e intercambiando unas breves palabras. Esto no lo saben hacer así todos. Sólo los que saben que la grandeza está en la humildad.

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