
Se llama
Alberto Ríos, tiene 39 años está casado y cuatro hijos. Desde hace varios años trabaja en el servicio de transporte urbano de la provincia argentina de
San Juan haciendo casi todos los días el mismo recorrido al volante de su flamante
ómnibus. Es lo que allí se conoce popularmente como un
colectivero. Empezó a trabajar junto a su padre desde muy jovencito con ocho años. Confiesa que su progenitor siempre le había dicho que "
lo que es de uno, es de uno y lo que no, no". Aún así
Alberto pensaba en su fuero interno que si algún día encontraba dinero se lo quedaría para él y su humilde familia. La
prueba de fuego llegó hace unos días cuando al terminar el servicio y revisar el vehículo
encontró un maletín con pesos, dólares y euros que sumaban
460.000 euros, cerca de
80 millones de pesetas. Pertenecía a un empresario que lo había olvidado en el vehículo cuando lo transportaba a un banco de la capital para hacer un importante negocio. A pesar de sus inicales planteamientos algo en su interior le decía que debía devolver el dinero. Así lo hizo. Inmediatamente se dirigió al cruce de calles donde había bajado quien él suponía que era el dueño del maletín, que permanecía allí desesperado por haber perdido el dinero. Paró el vehículo y el hombre le preguntó si había encontrado "
algo". Con una larga sonrisa éste le entregó el maletín. Lo de menos fue la pequeña recompensa de
80 dólares que le otorgó el aliviado empresario: "
Cuando le conté a mi familia lo sucedido me sentí tranquilo por haber devuelto la plata. Éstas son cosas que te ponen a prueba". Desde entonces
Alberto se ha convertido en un personaje
mundialmente conocido. Pero lo mejor de todo es esa extraña
sensación de plenitud que desde entonces experimenta nuestro héroe al acostarse con la conciencia tranquila por haber sabido elegir la mejor de las opciones posibles. Al final hacer
el bien, siempre compensa.
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