Uno no se da cuenta de la cantidad de dinero que mueve la Vuelta Ciclista a España hasta que ésta no llega a la ciudad en la que vive. Con la fiebre de la Fórmula Uno, Alonsomanía incluída, y el baloncesto, Gasolmanía of course, pensábamos que la afición por este deporte estaba de capa caída... pero nada más lejos de la realidad. El caos se apodera de las calles, los trailers publicitarios lo inundan todo y las masas enfervorizadas salen a la caza de cualquier globo, camiseta o gorra que se precie. Lo de menos es la carrera: guapas azafatas, coches de colores, periodistas, aficionados, apoderados, jubilados, policías, protección civil, patrocinadores y algún despistado al que le ha pillado en medio el corte de las calles. Para que luego digan que desde que Indurain se bajó de la bicicleta a nadie le interesa ya en España el ciclismo. ¡Si Bahamontes levantara la cabeza!
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