Un amable lector del blog me pregunta quién soy. Me interroga sobre de dónde sale mi discurso tan "original". Interesante y gozosa pregunta que me remite a una deliciosa reflexión que he leído hace poco en un libro que se llama "Fuentes del yo". Es obra del filósofo e intelectual canadiense Charles Taylor en un libro que aborda con originalidad y perspicacia uno de los grandes temas de reflexión de toda la Modernidad. La Identidad:"Saber quién soy es como conocer dónde me encuentro. Mi identidad se define por los compromisos e identificaciones que proporcionan el marco u horizonte dentro del cual yo intento determinar, caso a caso, lo que es bueno, valioso, lo que se debe hacer, lo que apruebo o a lo que me opongo […]. Saber quién eres es estar orientado en el espacio moral, un espacio en el que se plantean cuestiones acerca del bien o del mal; acerca de lo que merece la pena hacer y lo que no, de lo que tiene importancia y significado y lo que es banal y secundario".







Conforme se acerca la posibilidad de ser padre, en un futuro no muy lejano, más incapaz me siento para desempeñar esta tarea. Todo progenitor que se precie siempre te dirá que para tamaña empresa nunca se está del todo preparado. A pesar de ello sí conozco gente con más aptitud, conocimiento e implicación que otros en este noble arte de educar. Por eso últimamente leo con especial atención artículos y reflexiones que tengan que ver con esta materia. Me sorprenden las declaraciones de este señor italiano de la foto con aspecto de ser el padre de los pitufos. Se llama Francesco Tonucci. Es niñólogo. Se dedica al estudio del pensamiento y el comportamiento infantil. Afirma que todas las crisis de la juventud se gestan en la primera infancia y que un adulto sano es el resultado de un niño que ha jugado mucho y ha tenido autonomía. Dice cosas curiosas pero cargadas de sentido común: "Estoy luchando con los alcaldes para que abandonen esa costumbre de construir parques para niños con columpios y toboganes. Los niños necesitan espacios donde, dentro de un clima de control social, ellos puedan hacen lo que quieran: pisar el césped, subirse a los árboles y jugar con las lagartijas". Me trae recuerdos de mi infancia campestre y explica la extraña nostalgia que me invade cuando veo a los niños jugar en los parques humeantes de Madrid.


Un miembro de la parroquia bloguera pregunta en un comentario cómo se consigue ser cariñoso cuando lo primero que nos sale muchas veces al tratar a los demás es el grito, el desprecio, el egoismo o la indiferencia. Gran pregunta y acertada cuestión que nos remite a la fuerte carga del pecado original en nuestra vida. Quizás la respuesta nos la pueda inspirar el personaje del que hoy conmemoramos el 10º Aniversario de su marcha. Hace unos días escuché uno de esos monólogos geniales del cantautor Facundo Cabral en el que hablaba de la santa de los pobres. Leáse con acento argentino y esa maravillosa voz del indio gasparino: "Pregunté a la Madre Teresa en Calcuta: ¿cuándo descansa? y me dijo: Descanso en el amor. Le pregunté: ¿cuál es el lugar del hombre? y me dijo: Donde sus hermanos lo necesitan. Le dije: nunca la escuche hablar de política, y me dijo: Yo no puedo darme el lujo de la política, una sola vez me detuve 5 minutos a escuchar un politico, y en esos 5 minutos se me murió un viejecito en Calcuta. Cada vez que yo entraba a la casa de la Madre Teresa, sentía que Dios recién había salido. Una señora, impresionada por verla bañar a un leproso, le dijo: yo no bañaría a un leproso ni por un millón de dolares, a lo que Teresa contestó: Yo tampoco porque a un leproso solo se lo puede bañar por amor".