En la casposa España del destape el sueño de cualquier Alfredo Landa era conseguir entablar conversación, y lo que surgiera, con una holandesa en una playa de Torremolinos. Esas bellas y despampanantes rubias que quitaban el hipo a los españolitos reprimidos tan bien retratados, y caricaturizados en exceso, en la serie televisiva española de TVE "Cuéntame cómo pasó". Ahora las "modernas" holandesas han crecido y sus pelos se han vuelto grises a la par que acartonados sus eróticos pechos. Para no perder el inexorable "hecho biológico" y que su conciencia no les despierte de madrugada, ni cortas ni perezosas, han decidio subirse a un barco y recorrer el ancho mundo para proclamar a los cuatro vientos que lo más progre y avanzado es el aborto. No cabe duda de que la muerte y el asesinato siempre han sido la mejor excusa de los cobardes. Todo ello redoblado con el consabido eslogan de "no me arrepiento de nada" y el "nosotras parimos, nosotras decidimos" que la ciencia ha tumbado hace años con una simple ecografía a las pocas semanas de gestación. El navío en cuestión tiene nombre de epopeya naútica, "Women on Waves" o "Mujeres en las olas", aunque muchos ya lo han bautizado como el barco de la muerte. Las amargadas holandesas tienen previsto arribar en las próximas horas a nuestro país, más en concreto al puerto de Valencia, aunque las autoridades del lugar hayan torcido el gesto ante tamaña atrocidaz. Yo creo que utilizan un barco porque las noticias llegan siempre más tarde a alta mar. La idea es atracar en aguas internacionales, montar allí el numerito para que las cámaras les saquen un poco en la tele y llevar al barco a mujeres para que puedan abortar "libremente". El problema de estas antiguas turistas es que no se han debido enterar de que en España eso desde hace años ya no es necesario. Desgraciadamente, y sin necesidad de que se apruebe una nueva ley de plazos, en este país cualquiera puede abortar en cualquier mes de gestación con la excusa del peligro psicológico para la salud de la madre. Un coladero como ya hemos comentado en alguna ocasión. Una teoría que, dicho sea de paso, apoya con entusiasmo el líder popular Mariano Rajoy cuando dice que no es partidario de ampliar la ley sino de cumplir con la actual. Menos mal que la alcaldesa pepera de Valencia ha calificado la visita de este nautilus mortal de "provocación indignante". Los anfitriones de tan macabro crucero, curiosamente, son los mismos que se han estado llenando los bolsillos de dólares en clínicas privadas españolas infectadas de tristeza y deseperación y los partidos políticos que las han apoyado hasta que alguien ha destapado tan indignante negocio. Todo muy siniestro y muy triste como para encima tener de telón de fondo el mar.
2 comentarios:
Cómo me ha gustado, Gaudencio, tu manera de pensar, y me atrevería a decir, de sentir, sobre "el barco de la muerte". No pongas ese nombre con mayúsculas, no se merecen esa categoría los hombres que le han llamado así.
Si pudiese pensar y decir como tú lo haces, lo que siente esa nave, ese bonito barco... nos diría ¡en que olas más azarosas y fanganosas ha terminado mi destino!
Querido barco ¿a qué te dedicabas antes de emplearte para este camino hacia la muerte?. Una vez escuché a una mujer decir "Si contase mi vida a las piedras, llorarían". Me impactaros mucho sus palabras y recé muchas veces por aquella buena mujer. Si tu contases a ese mar inmenso creado por Dios, la vida de esas mujeres que se ponen en manos de otros para que maten a sus hijos, también el mar, sus rocas, los peces, todos llorarían. Te han llamado "mujeres en las olas" ¿cómo te llamabas?... Yo te lo pido,¡grita! ¡grita tú, barco velero! ¡grita tú en medio de esas aguas fanganosas a nuestro Dios!, tú que serás lo más noble de ese mosntruoso mundo que te rodea, aunque te hayan elegido como el ara del holocausto.¡Grita! Pon voz a esos niños con el salmo 53: "Oh Dios, sálvanos por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi síplica atiende a mis palabras; porque unos insolentes se levantan contra mi; y hombres violentos me persiguen a muerte, sin tenerte en cuenta a Ti... " Y Dios, nuestro Dios de la Vida, anotará en su libro los nombres de esos niños cuya vida no se les permitió vivir. Y Dios, el Dios de la Vida, recogerá en su Caliz de Salvación sus lágrimas ahogadas en corazones de piedra. Y después... que ese mismo Dios te conceda a tí, mi querido barco, tomar otro rumbo,otro destino surcando mares de bendición. Que nuestro Dios de la Vida te salve de lo lazos que te han tendido, y con toda la creación puedas entonar... ¡Aguas del espacio bendecid al Señor! Mares y ríos, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Marisol Carpintero
Brujas on the waves
NOS habían parecido hijas de una imaginación calenturienta aquellas descripciones de los aquelarres que hallamos en las crónicas medievales, donde las brujas perpetran sacrificios de niños y se enardecen embadurnándose con su sangre, hasta alcanzar un éxtasis demoníaco. Ahora, a la vista de ese barco abortista que ha atracado en Valencia, comprobamos que aquellos cronistas no exageraban: las brujas, en efecto, existen, y celebran aquelarres, y sacrifican niños, y se embadurnan gozosamente con su sangre, para hacerse dignas ante los ojos de su dueño. Las hemos visto recibir al barco abortista con cánticos, como si estuvieran exultantes de júbilo; y vaya si lo estaban: pues nada regocija tanto a los siervos del demonio como comprobar que su dueño se enseñorea del mundo. Las brujas que recibían con agasajos al barco abortista exultaban de felicidad porque han convencido a otras mujeres para que se incorporen a su aquelarre; pero, sobre todo, porque el mundo sobre el que se derraman las tinieblas está tan ofuscado que ya no puede reconocer la verdadera naturaleza de ese aquelarre.
Los cronistas medievales nos enseñaban que una mujer se convierte en bruja cuando la posee el demonio. ¿Y cómo posee el demonio a una mujer? Los cronistas medievales responderían que manteniendo con ella trato carnal; pero aceptar tal aserto nos obligaría a presuponer que el demonio carece de gusto, o que es capaz de aceptar despojos que un perro rechazaría. Un demonio que accediese a mantener trato carnal con las brujas que recibieron al barco abortista se convertiría, de regreso al infierno, en diana de los escarnios de toda la cofradía demoníaca. Hemos de pensar, pues, que el demonio actúa mediante una argucia que no exija prestaciones físicas tan ignominiosas; y su argucia se llama resentimiento. Esas brujas están llenas de resentimiento; tan llenas que, si las pinchásemos con un alfiler, explotarían como bolsas de pus. ¿Y qué provoca su resentimiento? Las personas sin valores, en su fuero íntimo, codician los valores que no alcanzan, como la zorra de la fábula codicia el racimo de uvas; aunque su alma esté envenenada por el hálito del mal, siempre guardan dentro de sí un residuo de nostalgia del bien. Como ese bien es inalcanzable para su alma corrompida, empiezan por despreciarlo rencorosamente, como la zorra de la fábula desprecia el racimo inalcanzable, convenciéndose de que las uvas están verdes. Más tarde odian ese bien, lo odian con minuciosidad y encono, y finalmente tratan de invertirlo, haciendo pasar el mal que las corrompe por bien, haciendo pasar sus contravalores por valores verdaderos. Esas brujas odian que otras mujeres sean amadas, odian que otras mujeres amen el fruto de sus entrañas, odian que otras mujeres amen las delicias de la maternidad, odian la virtud y el bien que ellas nunca podrán alcanzar. Pero, en lugar de expresarlo sin ambages, su resentimiento demoníaco les inspira subterfugios que tratan de colar como valores; y que, en un mundo sobre el que se derraman las tinieblas, son efectivamente aceptados como valores. Y así, se ponen la careta del feminismo compasivo, y nos dicen que sólo anhelan que otras mujeres tengan «derecho a decidir», que puedan ejercer una «maternidad responsable» y no sé cuántas baboserías más. Cuando lo único que desean es una satisfacción; y ya se sabe cómo los resentidos -los poseídos por el demonio- hallan satisfacción y consuelo: infectando a los demás con el virus que a ellos los corrompe; en este caso, haciendo a otras mujeres partícipes de su crimen, incorporándolas a su aquelarre.
Deberíamos esforzarnos en reconocer, bajo la apariencia de las cosas, su naturaleza verdadera. Este episodio del barco abortista no es sino un avatar más de aquella batalla entre la mujer y el dragón que nos relata el Apocalipsis. Esas brujas posesas son instrumentos de la eterna enemistad entre la estirpe del demonio y la estirpe de la mujer; y, junto a esas brujas, las autoridades que permiten que la estirpe de la mujer sea perseguida, y la sociedad que vuelve la espalda a persecución tan ensañada. Todos danzando en el mismo aquelarre, todos embriagados de sangre, hasta alcanzar un éxtasis demoníaco.
www.juanmanueldeprada.com
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