Dentro de mi particular batalla por promover y dar a conocer a todo el mundo la diferencia entre amor y enamoramiento, amar y estar enamorado, confusión que suele ser la causa de la mayoría de las rupturas matrimoniales de nuestro tiempo, esta mañana me he topado con un genial texto del escritor irlandes C. S Lewis que habla sobre el amor tranquilo. Merece la pena leerlo detenidamente y reflexionar: "Es sencillamente inútil conservar las emociones fuertes: eso es lo peor que se puede hacer. Dejar que esas sensaciones desaparezcan -dejad que mueran-, seguid adelante a través de ese período de muerte hacia el interés más sosegado y la felicidad que lo suceden, y descubriréis que estáis viviendo en un mundo que os proporciona nuevas emociones todo el tiempo. Cuantas veces se oyen lamentos de la juventud perdida. Son exclamaciones que muchas veces gritan el fracaso de quienes se quedaron atrapados en el gozo del "enamoramiento", y no han sabido descubrir las nuevas emosiones del amor tranquilo. Estar enamorado es bueno, pero no es lo mejor. No se puede convertir en la base de toda una vida. Es un sentimiento noble, pero no deja de ser un sentimiento. No se puede depender de que nigún sentimiento perdure en toda su intensidad, ni siquiera de que perdure. De hecho, digan lo que digan, el sentimiento de estar enamorado no suele durar. ¿Quién podría soportar vivir (siempre) en tal estado de excitación? ¿Qué sería de nuestro trabajo, nuestro apetito, nuestro sueño, nuestras amistades? Pero naturalmente, dejar de estar enamorados no implica dejar de amar". Por tanto estar enamorado ya nos damos cuenta de que es algo pasajero. Sin embargo nuestra capacidad de amar, de entregar la vida radicalmente a alguien, está llamada siempre a la eternidad porque nos remite y está fundamentada en el Amor Eterno. Para no asustarnos ni entrar en crisis cuando se acabe ese enamoramiento, que no olvidemos que se extinguirá más tarde o más temprano, deberemos haber edificado nuestro amor en las virtudes, actitudes y valores de la persona amada que perduran en el tiempo, haberlas impulsado con el gozo de estar enamorados, y alimentarlas día a día con el continuo ejercicio y exigencia de nuestra capacidad de amar.
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