Una lectora habitual de este blog me escribe para comunicarme que un verano más ha vuelto a empezar a fumar. Año tras año intenta dejar el vicio tabaquil durante el curso pero al llegar el verano... no puede remediarlo. Cae. La tranquilidad de una tertulia veraniega al atardecer, la copita sosegada después de comer, las cenas con familiares y amigos cerca del mar o las madrugadas a ritmo de guitarra son duras pruebas para la minada fuerza de voluntad del veraneante. El humo es para muchos como la banda sonora necesaria de esos momentos llenos de nostalgia y finitud. Le entiendo y comprendo. Solo se me ocurre mandarle transcrito en una postal este bello poema al cigarro que dejó escrito con trozos de volutas poéticas el sacerdote e independentista mejicano Don Manuel de la Torre Lloreda:
Tan solamente tú, cigarro amigo,
eres amigo fiel y verdadero,
sólo tú leal y fino compañero
estás, sin variación, siempre conmigo.
Tú eres de mis pesares fiel testigo,
tú eres en mis placeres el primero;
y si quiero escuchar un consejero
que me hable sin disfraz, tengo contigo.
Tu fuego las pasiones simboliza
en que ansioso yo mismo me consumo,
bebiendo el fuego que mi aliento atiza;
y en tus tristes reliquias me presumo;
pues me anuncias mi fin con tu ceniza
y me pintas mis gustos con el humo.
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