domingo, 24 de febrero de 2008

NECESITADOS DE ETERNIDAD

Desde que nacemos, toda nuestra experiencia de la vida es finita y limitada. ¿Por qué entonces existe en nosotros un anhelo de ser eternos y de no separarnos nunca? La única posibilidad, que se me ocurre y que me convence, es que ese deseo forme parte de nuestra propia naturaleza, es decir, que alguien lo haya puesto desde el principio en la esencia misma del alma del ser humano.
Andaba yo dándole vueltas a esta idea, dentro de mis reflexiones tras la muerte repentina de un joven amigo, cuando me he topado una vez más con la genialidad y profundidad del Padre Cantalamessa. En su homilía de este domingo habla de la necesidad que tenemos de creer en la eternidad para explicar nuestra propia existencia. Lo decía así Unamuno en su atormentada búsqueda del sentido de la vida: "No digo que merezcamos un más allá, ni que la lógica lo demuestre; digo que lo necesitamos, merezcámoslo o no, simplemente. Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad, y que sin ésta todo me es indiferente. Sin ella no existe ya alegría de vivir... Es demasiado fácil afirmar: "Hay que vivir, hay que conformarse con esta vida". ¿Y los que no se conforman?". Y los que no nos conformamos, añado yo. Contando con la eternidad todo es mucho más relativo: llama a una respuesta más amplia y reconfortante ante la muerte y el dolor, a vivir con otra perspectiva, a no caer en la desesperación y a ser más optimistas. Así la muerte nunca tiene la última palabra. No es un consuelo. Es el CONSUELO que sustenta nuestra conciencia de estar incompletos y percibir la realidad imperfecta. Hay que reivindicar la eternidad porque definitivamente sólo podemos estar llamados a ella.

3 comentarios:

hna. josefina dijo...

¡Hola! Te puse en los enlaces de blogborrador.
¡Saludos!

Anónimo dijo...

JAVIERITO!!!
HACIENDO AMIGOS? EINN!
O MÁS BIEN AMIGAS!!


aupa josef fainal!!!

hna. josefina dijo...

Lo que más me gusta de este blog es el encabezamiento. Yo descubrí lo mismo sobre el perdón y me cambió la vida.
También nuestro carisma es la 'reparación'; que es tratar de anunciar al mundo la alegría de un Dios que nos salva.