Cuando las ocupaciones me lo permiten me suelo dedicar a pasear por la red de blog en blog. Voy de un enlace a otro y tiro porque me toca. De esta forma, entre otras muchas personas e historias, he descubierto la variante del blog muerto o abandonado. Probablemente pertenezca en origen a esa persona impetuosa que, omnubilada por la emoción desbordante de tener un diario propio abierto, un buen día se lanzó al vacío de la red para tener una bitácora propia. Bastaba haber puesto un nombre un poco original y unas cuantas letras graciosas como saludo inicial y el resto sería fácil negocio. Después llegarían los tímidos posts, que se irían distanciando por la falta de constancia e inspiración, para terminar con el famoso corta-pega que tanto abunda por estos lares y la factoría de reseñas al peso. Así es como uno va encontrando cadáveres cibernéticos en el camino que alguien debería aglutinar en algo parecido a un cementerio de blogs. Son el claro reflejo de la sociedad de rápido consumo en la que vivimos. Impulso inicial, poca disciplina y escasa responsabilidad a la hora de mantenerlos en vida. Algo así como el frágil concepto de libertad que impera en nuestros días. Son acuarelas abandonadas en el universo de la red que retratan estados de ánimo y momentos vitales que se fueron para nunca más volver. Congelados en una foto-finish que permanecerá así hasta que alguien los recoja y los lleve al gran vertedero virtual. Quién sabe si algún día también nosotros acabaremos nuestros días allí. Como los elefantes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario