Felipe González ha afirmado que a él también le gritaron y abuchearon en la universidad y sin embargo aguantó sin llorar. Lo dice en referencia y burla a las desagradables agresiones que han sufrido recientemente Rosa Diez, María San Gil y Dolors Nadal por parte de varios grupos radicales, nada universitarios. Lo que subyace en el fondo del planteamiento del expresidente del gobierno español es un tufillo antiguo, machista y con olor a carca naftalina. Para González llorar es sinónimo de blandenguería, falta de hombría, poca fortaleza y casi nada de carácter y firmeza. Habría que haberle visto a él sin sus guardaespaldas, sin la policía y con unos estudiantes que, en vez de gritar, se dedicaban a intimidar y zarandear violentamente al personal que tenían más cerca. Señor González Márquez, los hombres y las mujeres del siglo XXI estamos encantados de llorar. Lloramos por muchos motivos y muchas veces. Expresamos nuestros afectos con lágrimas y así reafirmamos nuestra condición de seres humanos ricos en emociones. Usted, como está anclado en postulados filosóficos que emanan de la teoría del macho ibérico, se traga las lágrimas habitualmente y así le luce el pelo y la flema. Se le están secando los lacrimales. Estamos en época electoral. Vuelve a ser necesario decir aquello de "!Márchese, señor González!".
1 comentario:
A Felipe ya no le queda agua en los ojos ni para llorar. Está más seco que la mojama.
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