Lo primero es pedir disculpas por si la utilización de expresiones textuales en este post pudiera herir la sensibilidad de algunos lectores del blog. Sinceramente creo que, si no las uso, perdería bastante el relato. La historia comienza una noche cualquiera de verano por el madrid nocturno con amigos. Cita obligada, al menos una vez al año, para rememorar viejas andanzas de juventud. Parada de rigor en el "Penta" para escuchar canciones que consigan que te pueda amar. Se nos acerca un tipo de unos treinta años. Polo Lacoste descolorido, peinado de serie de televisión, pulsera de cuero, cubata en la mano, español, de derechas y presto a dejarse la piel en el apasionado juego de la noche. En un momento dado, emulando a un toro encerrado en el establo, me confiesa: "Llevo dos semanas sin follar y esto no puede seguir así". A partir de entonces no hay ni una sola frase que salga de su boca que no lleve implícita la fogosa necesidad de aparearse con "lo" primero que pille. Para darle esquinazo me acerco a la barra y aguardo mi turno hasta que me atienda la poco agraciada y poco vestida camarera. A mi lado una chica gordita con la mirada perdida en el horizonte. Me agarra del brazo y me dice: "¿A qué está muy buena?". Miro a mi alrededor para intentar encontrar ese objeto de deseo y, para mi sorpresa, me espeta: "Joder, la camarera". ¡Cómo me están cambiando la noche!
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