lunes, 13 de agosto de 2007

FALSAS APARIENCIAS

Metro madrileño con destino a la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Hora punta. Un amplio espectro de ciudadanos y ciudadanas disfrazadas de turistas, viajeros y veraneantes utiliza el transporte público. Variopinta fauna urbana e internacional en ruta hacia sus vacaciones. Sobresale sobre todos ellos un macarra de los auténticos. Quizás sea el equivalente contemporáneo al último romántico. Pantalones pretos vaqueros y grises, cadenas, pelos largos, pendientes, chupa de cuero, rostro pálido de psicokiller y cascos palpitantes con una fuerte dosis de decibelios. Hace calor y hay demasiada gente en los vagones. Estamos como en una lata de sardinas. En la estación de la "Esperanza" sube un anciano bastante deshauciado que, a duras penas, se agarra a las barras de seguridad. El único que se levanta a cederle el sitio, aunque parezca difícil de creer, es el macarra de ceñido pantalón. Una vez más nos engañan las apariencias. Nos traicionan los juicios basados en la primera impresión. Mientras el macarra mueve rítmicamente la cabeza y las melenas, de pie y agarrado a la barra de seguridad, muy cerca del ancianito, pienso que por algo se dice eso de que nunca debemos ni podemos juzgar. Falsas apariencias.