viernes, 9 de noviembre de 2007

TASIO

Como chófer de una de las fortunas más importantes e influyentes de España había viajado en los coches más modernos y lujosos del momento. Desde el Alto Neguri había hecho muchos kilómetros parando en los mejores hoteles, restaurantes, fincas, paradores y palacios de esta España nuestra. En su puesto de capitán de navío sobre ruedas había llevado a las personalidades más relevantes de la aristocracia, la política y la sociedad de dentro y fuera de nuestro país. Su lealtad al "jefe" le llevó a no desvelar nunca los secretos más secretos de conversaciones por teléfono y encuentros con grandes figuras con los que hubiera podido cobrar, seguro, una millonada. Cuando murió el patrón, y ante la posibilidad de jubilarse de por vida, a gastos pagados, en el mismo palacio del que su mujer era la eficiente ama de llaves, sin dudarlo, decidió volver al pueblo que le vió nacer a cientos de kilómetros con sus mil habitantes en la provincia de Zamora. Se le iluminaban los ojos cuando te contaba las andanzas de sus conejos, las gallinas y las historias de los antepasados. Un día le sugerí que escribiera sus memorias como conductor de uno de los hombres más grandes de España. Con mucho tacto me contó que para él las letras eran cosa complicada. Había trabajado duro toda la vida para poder disfrutar de un retiro tranquilo y gozoso en su pueblo natal junto a la mujer que más quiso en este mundo. Pero cuanto más nos empeñamos en planificar y controlar la vida, ella más nos descoloca. Primero fue el cáncer de su mujer, repentino y cerebral, que le llevó durante meses a ocuparse de ella, en cuerpo y alma, día y noche. Todavía conservo en la retina el recuerdo de su pequeño cuerpecillo movilizando a una corpulenta mujer cuya única respuesta era la mirada perdida en el infinito. Cuando falleció, llegó la depresión y el vacío. Todo con una profunda y admirable resignación cristiana. Sin renunciar a las lágrimas y al desconsuelo. Agarrándose incluso a la Esperanza cuando todo era muy negro. Sencillo, limpio y honesto. Forjado en el fuego del noble trabajo. Siempre con la mirada serena, limpia y cariñosa. Cuando parecía que ya se estaba recuperando de aquello... un fulminante cáncer de pancreas se lo ha llevado al cielo. Ha muerto Tasio. Y con él, todos los que le conocimos, también un poco.

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