lunes, 5 de enero de 2009

EL HUMOR DE DIOS

Uno de los libros que dejaré puesto esta Noche de Reyes en algún zapato perdido de casa es la curiosa edición que ha realizado Juan Manuel de Prada de una interesante selección de textos del ingenioso escritor argentino Leonardo Castellani en la editorial Libros Libres. Este sacerdote jesuita, desconocido hasta ahora para la mayoría de los lectores españoles, ha sido presentado ante la opinión pública como el Chesterton de la lengua española. La obra se titula "Como sobrevivir intelectualmente al siglo XXI" y cuenta con un interesante prólogo de De Prada que se puede leer íntegramente aquí. A lo largo de su extensa y fructífera vida literaria Castellani escribió numerosos artículos sobre teología, exégesis, política, psicología o crítica literaria en prensa, relatos o novelas impregnadas, todas ellas, de un estilo muy particular. Prueba de ello es este artículo sobre el humor español en el que se hace referencia a una de las propiedades de Dios que, personalmente, siempre me ha hecho mucha gracia: su particular sentido del humor. Después de enumerar las muchas situaciones evangélicas hiperdramatizadas (como es la actitud del padre ante el hijo pródigo, el pastor que busca la oveja descarriada, el condenado que conversa con Abrahám o algunas de las duras palabras en boca del dulce nazareno) Castellani nos explica con inteligencia y acierto el porqué de esta cualidad del Creador: "El humor de Cristo traduce la inserción de lo eterno en lo finito, y despatarra lo finito. Podía detruirlo y aniquilarlo, pero no hace más que despatarrarlo; y por eso es humor: es expresión indirecta. La expresión directa de lo eterno es imposible en esta vida, no es humana. La expresión directa de dios es la invisibilidad y la inefabilidad de Dios. Si Dios se hubiese atenido a la expresión directa, no conoceríamos nada a Dios: hubiera sido el Gran Ironista, pero no el Padre de los hombres. Y si hubiese usado el humor acre de Jonathan Swift, nos hubiese aterrado: hubiese sido el Verdugo y el Monstruo, como la diosa Kali o Baal Moloch. El niñito-dios de los pesebres -que para muchos devotos no es más que eso con minúscula, el muñeco rosado y el recuerdo tiernito de Tito, totín y Lulú- es una cosa seria: el que quiera hacerse semejante a él, tendrá a Herodes a los garrones; y si escapa a Herodes, no escapará a Pilatos. Si el "niñito" nos hubiese aparecido como lo que él es, entre Mikael y Azrael, no lo resistiríamos. Por eso apareció entre la mula y el buey". Buena prueba del humor de Dios es haberse permitido el capricho de traer a la existencia a un tipo tan peculiar y genial como Leonardo Castellani.

No hay comentarios: