Algunas veces me he atrevido a afirmar, con bastante osadía y poco pudor intelectual por mi parte, que la explicación a la cantidad de cosas raras que están pasando a nuestro alrededor está en la nefasta concepción que tenemos del valor estético del bien y del mal. Sin grandes teorías filosóficas sobre la cuestión, que para eso ya hay en la parroquia blogera excelentes pensadores, creo que hay mucha gente buena que podría suscribir la siguiente afirmación:
"El mal me atrae pero no me convence; el bien me convence... pero no me atrae". Un pensamiento que se refuerza cada día con el estilo de vida contemporáneo que nos imponen desde todas las trincheras donde importa más el tener que el ser y que pone por encima de lo realmente importante cosas que son verdaderamente accesorias.
(...)
Todo esto viene ahora a mi memoria después de haberme topado con la interesante reflexión que hace la filósofa francesa Simone Weil en su obra "La gravedad y la gracia" sobre este asunto: «El mal imaginario es romántico, variado; el mal real, triste, monótono, desértico, tedioso. El bien imaginario es aburrido; el bien real es siempre nuevo, maravilloso, embriagante».
Hay que empeñarse en comprobarlo cada día. No nos lo llegamos a creer del todo.
1 comentario:
MUY GUAPA SIMONE.
Publicar un comentario