Por aquello de no defraudar las expectativas que llevamos inscritas en nuestra propia naturaleza, que no es algo muy distinto a tratar de culminar nuestra llamada a la perfección, no me resigno a reivindicar, las veces que haga falta, la necesidad de nuevos héroes para nuestro tiempo. Modelos valiosos que irrumpan como propuesta atractiva y provocadora en esta sociedad tan necesitada de ellos. Mientras le daba vueltas a esta idea he encontrado un fragmento de la tesis doctoral de Ruth Gutiérrez sobre la figura del héroe en las películas de John Ford que me ha gustado especialmente: "Es la persona que, fiel a sus convicciones y sentimientos, persevera desde su posición social y su oficio en una obra de servicio desinteresado. Es ese padre que hace cuanto puede porque su hijo pequeño se abra camino superando su minusvalía o su deficiencia. Son esos matrimonios emigrantes que, abandonando sus hogares y los lugares tan cargados de recuerdos, se aventuran hacia tierras extrañas para labrarse un mejor futuro familiar. O es ese oficinista postergado que conserva lealtades en su corazón, y aun ese presidiario que lucha contra un ambiente sórdido para recuperar su dignidad.
Hemos de agradecer al cine que también esté ofreciéndonos estas imágenes y otras parecidas. Hemos de agradecerle que nos descubra esas "hazañas", a menudo escondidas, que concurren con las proezas completamente falsas de las películas atiborradas de efectos especiales. Celebremos, por consiguiente, que, a distancia de siglos del escudo y la espada del adalid griego, del torneo del caballero armado de punta en blanco, o del revolucionario romántico que arrastra con su voz y con sus panfletos, esté adquiriendo forma el neohéroe de la cotidianidad. También el cine, afortunadamente, nos está redescubriendo al hombre que practica "virtudes heroicas"; el hombre que, desde el punto de vista religioso, lleva el nombre de "santo". Su presencia en las pantallas nos ofrece luces nuevas para la Esperanza".
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