lunes, 28 de junio de 2010

BENEDICTO XVI Y EL FÚTBOL

Ahora que estamos sumergidos de lleno en el Mundial de Sudáfrica me parece interesante traer a colación unas reflexiones de Benedicto XVI, cuando aún era el Cardenal Ratzinger, en torno al fútbol. Están tomadas del libro “Cooperadores de la Verdad” (reflexiones para cada día del año), de la editorial Rialp: "Si habitualmente se hojean los periódicos y se escuchan los programas de radio, se comprobará rápidamente que hay un tema dominante en nuestros días: el fútbol. Este deporte se ha convertido en un acontecimiento universal que une a los hombres de todo el orbe, por encima de fronteras nacionales, en un mismo estado de ánimo, en idénticas esperanzas, miedos, pasiones y alegrías. Todo ello pone de manifiesto que se debe estar tocando algo originariamente humano. De ahí que surja naturalmente la pregunta acerca de dónde reside el poder de este juego. El pesimista dirá que es la misma situación de la Antigua Roma: panem et circenses (pan y circo). Ahora bien, incluso si se acepta esta interpretación, debería hacerse una nueva pregunta: ¿a qué se debe la fascinación de este juego, que se pone con idéntica importancia, al lado del pan? Con la mirada puesta nuevamente en la antigua Roma se podría responder a este interrogante diciendo que el grito reclamando pan y juego fue propiamente la expresión del anhelo de la vida paradisíaca. En este sentido, el juego sería, pues, una especie de vuelta al hogar en el paraíso: huir del rigor esclavizador de lo cotidiano. Ahora bien, el juego tiene, sobre todo en los niños, un carácter distinto: es ejercicio para la vida. A mi juicio la fascinación del fútbol consiste esencialmente en unir de modo convincente los dos aspectos referidos. El fútbol obliga al hombre ante todo a disciplinarse a sí mismo. También les enseña a colaborar con los demás y, por último, a enfrentarse con ellos limpiamente. Al contemplarlo, los hombres se identifican con el juego, participando de ese modo en la colaboración y la pugna referidas. La seriedad sombría del dinero y del espíritu mercantil pueden, naturalmente, echarlo todo a perder. Al pensar detenidamente en estas cosas, tal vez sea posible aprender nuevamente a vivir a partir del juego: la libertad del hombre se nutre de reglas y de disciplina. El fenómeno de un mundo que vibra con el juego podría darnos más que entretenimiento. Si fuéramos al fondo, el juego podría proporcionarnos una forma de vida”.

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